Esta semana os invito a cruzar el charco y a visitar el país de México.
Desde siempre he soñado con visitar aquel país y, quienes bien me conocen, saben que uno de mis sueños incumplidos es irme a presenciar una corrida a la Monumental Plaza México.
En estos últimos años en los que he potenciado y hecho mucho mayor mi afición, a la par que he ido conociendo los entresijos del espectáculo en aquel país, casi diría que se me están quitando las ganas poco a poco. Espero que no me las terminen de quitar.
Me gustaría tocar este delicado tema sobre la situación de la Fiesta allá, intentando ser prudente y comedida, y hacerlo e incluso con cierto reparo.
Empezamos el análisis hablando del tema más comentado en los últimos días, que es la presentación tan escasa de las corridas de toros en el coso de Insurgentes. Es cierto que debido al clima, y a otras condiciones también morfológicas, el toro mexicano no es de gran tamaño, de forma que ya se está llegando a abusar de la bondad y aguante del público azteca, que por otra parte también es un público excesivamente fiestero y que aguanta lo inaguantable. Es cierto que el Reglamento mexicano es diferente al español y se cambia el tercio con un solo puyazo, pero ello no es causa suficiente para bajar la presentación y el trapío de una corrida en plaza de primera, a una de tercera categoría. Es incomprensible que el toro de Guadalajara sea más serio que el de la Monumental.
El siguiente problema es que las figuras acepten esa devaluación en la presencia del ganado. Siempre se ha buscado el toro bravo e íntegro, y no podemos seguir dando pasos hacia atrás ni en falso porque nos vamos a cargar la Fiesta.
Los tentáculos empresariales taurinos de nuestro país atraviesan el Atlántico y buscan cambios también por aquellos lares. Me parece ilegítimo traer a tanto torero mexicano para anunciarlos en la principal plaza del mundo en carteles de lujo sin haber triunfado previamente. Qué méritos han hecho para merecer esos puestos? pues nada. Pero lo peor no es eso, sino que vuelven a traerlos aún después de haber actuado sin éxito alguno.
Cuando un español cruza el charco para vestirse de luces, se choca de frente con problemas y condiciones para torear, y si alguno lo consigue y no triunfa, lo mandan con boleto de vuelta a portes debidos para que no vuelva más.
La media docena de toreros mexicanos anunciados en las Ventas quitan puestos a los toreros españoles que quieren confirmar o que necesitan del trampolín madrileño para entrar en las restantes ferias españolas. O sea, se les cierra la puerta a los de casa, para abrirla a “invitados de honor” que, cuando les devolvemos la visita, nos dan con la puerta en las narices a excepción de las “figuras”.
Allí para colmo, algunos periodistas venden su profesión al mejor postor y no de verdad al que la merece.
Por todo esto pido a los matadores aztecas que dignifiquen su profesión, pues la imagen que se está dando al resto del mundo de su particular Fiesta en la que, hasta la máxima autoridad incumple las principales normas, es una imagen deteriorada y, si siguen así, llegará a ser decrépita.
Hagan ustedes el favor de recuperar la vergüenza torera que sus antepasados se ganaran jugándose sus muslos, y también sus vidas.