SE BUSCA...LA SUERTE

Hoy empiezo a escribir miaportagayola cuando me encuentro ya en ruta en el viaje que me lleva hacia una nueva ilusión de una nueva vida, y la ilusión de un nuevo trabajo, aunque lejos de mi tierra y de los míos. Todo esto me espera en Bilbao, en pleno norte peninsular y tierra de seriedad de toros donde estoy segura que “mis ángeles” me van a tratar fenomenal.

En mi maleta llevo muchas ilusiones aunque también preocupaciones e incluso el sinsabor de haber dejado atrás a los míos, y sobre todo a mi padre.

La vida a veces es una lotería donde cada uno, si no le toca la suerte tiene que salir a buscarla, y es donde hay que apostar para al menos intentar tener opción a ganar premio o satisfacción alguna. No siempre la suerte está  de parte de uno, pero hay que salir a buscarla sin rendirse y teniendo siempre la esperanza de encontrarla.

Este año en Fallas escribí sobre Morante de la Puebla y su toreo sublime.

Desde hace mucho tiempo parece que Morante no tiene buen bajío en los sorteos con los toros que después le toca lidiar y es que al pobre no le embiste ni uno.

Casualmente, el año pasado tuve  la fortuna de trabajar en la feria del Corpus de Granada y presenciar una tarde importantísima del torero de La Puebla con una faena cargada de toreo caro ante toros que carecieron de raza pero que él les dio todo lo que les faltaba.

Este año de nuevo, la varita de la suerte volvió a tocar a mi puerta y me fui a trabajar a la feria de Córdoba con mi buen amigo, el pintor valenciano Andrés Nicolau. Hemos ido a diario a los toros, y a pesar de no haber cuadrado la feria en ventas ya que en Córdoba se han quedado tiesos tras las cruces, el Rocío y la feria,, los dos quedamos más que satisfechos diciendo que sólo por haber visto a Morante torear de forma exquisita en dos faenas históricas, todo lo demás había merecido la pena.

Desde que saliera a hacer el paseíllo a Morante se le notaba diferente. Por todos es sabido de la valentía del diestro y ese arrojo fue el que  lo hizo enfrentarse  en primer lugar a un toro mansito de Juan Pedro Domecq que a él le vino como anillo al dedo pues nunca se lo dejó ir y le hizo todo perfecto. Le dio la lidia correcta en todo momento y siempre lo llevó muy cosido a su mágica muleta. De esta forma lo fue embarcando hasta que lo metió en la canasta. Disfrutamos como aficionados que somos de una de esas tardes que crean afición, y nos quedamos maravillados con sus improvisadas tandas de muletazos cargados de arte y de pellizcos toreros.

Lo mató de estocada casi entera en todo lo alto de efecto fulminante y cortó las dos primeras orejas de esa mágica tarde que ya le aseguraban su salida a hombros. Después de ese relax, Morante quería dar más y quiso entregarse por entero a esa afición que rugía en los tendidos del coso de los Califas y en su segundo salió como un jabato para poner aquello a revienta caldera, poniendo literalmente la plaza bocabajo.

Todo fue cumbre, soberbio, sublime, extraordinario, cargado de clase, de arte, de pellizco, de torería exquisita, de temple, de mando y de un poso magistral de toreo grande….qué más se puede pedir? Pues matar al toro como lo hizo, por arriba, justo por donde hay que matar a los toros y dejándolo rodao sin puntilla.

Así que amigos, tengo que deciros que me tocó la lotería por acudir a los toros y presenciar esa inigualable tarde en la que Morante cortó 4 orejas y un rabo. Y es que ya era hora que le tocara la suerte al sevillano, y su suerte, que fue la suerte de todos los que allí estuvimos y que no se nos olvidará jamás de los jamases…

Cuando pasen los años y se hable de esa tarde yo podré decir..yo estuve en Córdoba!!