Tú ya sabías que estábamos tranquilos esperando tu
paz; esa paz ajena al dolor que ya había desaparecido.
Todos en vela esperando ese
justo instante para hacerte el paseíllo que soñaste. Nadie de quienes estuvimos
a tu lado en este pasaje de la vida, te pudimos dejar ni un solo instante sola
en tu paso al otro extremo. Mereces todo lo que pudimos darte en vida y mucho
más que nos faltó por regalarte. Espero poder compensarte en algún momento de la
mía.
Todo lo que hicimos juntos nos revolvía el corazón y el alma, hasta tal
punto, que rebosábamos el vaso de la vida junto a ti. Esa vida que te bebiste a
sorbos en tantos y tantos rincones junto a tantos seres queridos por ti.
Eres una musa, una estrella, una ilusión; y también un impulso, una cuerda y un escalón; un imán
al que todos nos enganchamos desde el minuto cero de conocerte. Gracias mi niña
bonita por darnos la oportunidad de ser tus amigos y de poder estar a tu lado en
tantos momentos repletos de tu magia, contagiados por ese arte infinito que
derramabas al paso de tu menudo cuerpo, pero con una personalidad aplastante.
No quisiste lágrimas, ni tristeza ni dolor. Era algo muy difícil de cumplir para
quienes nos quedamos aquí huérfanos de tu esencia, pero tuvimos que cumplirlo
como nos pediste.
Sé que estas bien allí arriba cuidada entre algodones, y sé
que estarás preparando con mimo todo para cuando vayamos llegando todos a los
que diste lo mejor de ti. Hoy, un año después, sé que nos seguirás alumbrando el
camino porque tu LUZ perpetua nunca jamás se apagará. Descansa reina