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miércoles, 20 de marzo de 2013

EL TOREO SUBLIME




Como siempre hoy volvemos a la actualidad más absoluta y el panorama más actual ha estado esta semana en Valencia.
Se han desarrollado las Fallas de Valencia, la primera feria fuerte de nuestra geografía.
Allí se ven anunciadas las prinicipales figuras del panorama actual.
Allí ha reaparecido Finito, ha estado cumbre Miguel Angel Perera, han salido a hombros los caballeros Andy Cartagena y Diego Ventura, hemos visto a un Luque con muchas ganas con un pedazo de toro de Jandilla, al que desorejó pero, sobre todo, hemos visto y disfrutado de un Morante cumbre, sublime, asentado, relajado y feliz que hizo disfrutar a todos y disfrutó desde el minuto uno de su colosal faena de pitón a rabo.
Morante se reencontró con la afición de Valencia y con la afición universal, pero sobre todo se encontró a sí mismo.
Vimos a un Morante que salió quizás un pelín despistado a recibir a su segundo toro con el capote, pero inmediatamente se acopló a su embestida. Le gustó y mucho al probarlo, y los dos se fundieron en uno y dió un auténtico recital con la capa a la verónica del toreo más clásico y puro inventado hasta ahora.
Se destapó la caja de los truenos y los tendidos hicieron temblar los cimientos del coso de la calle de Xátiva.
Aquello era un hervidero, una auténtica bomba de emoción y de arte que hizo rendirse hasta al más escéptico a sus pies.
Quienes me conocen saben que siempre fui morantista desde los inicios del de la Puebla y que un día, cansada de esperar y siendo conocedora de sus cualidades, mi corazón se transformó en una manzana que se fue forjando a base de disfrutar tarde tras tarde con el toreo del alicantino.
Esas dos medias se quedarán grabadas a fuego en el recuerdo de todos, ese capote volando, ese torero sin cuerpo, abandonado al arte de la tauromaquia más sublime.
Morante ayer sólo fue cintura y muñecas en el aire, el más grande cofre que atesora, que nació con él y que saca a relucir cuando él se gusta y cuando se siente.
Todo eran clase, formas, garbo, gallardía, naturalidad, sapiencia, temple y sobre todo, ARTE      ( con mayúsculas) que lleva dentro desde que estuviera en las entrañas de su madre.
Desde luego no fue un espejismo. Ël estuvo allí e hizo lo que mejor sabe hacer. Su alma se dejó ver por el coso valenciano como hacía tiempo que no se le veía.Hoy los morantistas, y el toreo en general estamos de enhorabuena porque quien diga que no es morantista no es aficionado.
Morante es único e inigualable. Irrepetible. Y no hay nada ni nadie con lo que se le pueda comparar.
A la memoria se me viene la genial crónica de Vicente Zabala a Manolo Cortés en el mismo escenario con un Miura…”y temblaron de emoción los gitanos de Benlliure” que ayer se volvieron a emocionar, se paró el tiempo y los relojes y se quedará en la memoria y el corazón de todos para siempre. 

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