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miércoles, 3 de abril de 2013

PORQUE SIGO SIENDO EL REY!!!!!




Es difícil poder transcribir ese cúmulo de vivencias y emociones que viví el Domingo de Resurrección en Sevilla. Siempre ese día ha tenido un especial significado en mi vida, poniéndome año tras año de testigo en ese templo de la Real Maestranza.
El último día de la Semana Santa llega en este día en el que da gusto pasear por la orilla del Guadalquivir  entre Sevilla y Triana, para perderse después por las calles del Arenal rebosantes de aficionados llegados de todos los rincones.
El domingo el tiempo no acompañó, pero la afición  se echó a la calle para disfrutar del primer día del abono maestrante.
Cartel de relumbrón, toros de Garcigrande para Morante de la Puebla, el Juli y José María Manzanares, grandes los tres como catedrales.
Nada más recoger la lona que cubría el ruedo cayó un auténtico diluvio que hizo temer los peores presagios. De pronto, la lluvia cesó y se abrió la puerta para que comenzara el paseíllo de los tres actuantes junto a sus cuadrillas. Inenarrable la actuación de Julián López Escobar, que tras un año de ausencia en Sevilla y maltratado en la temporada pasada por un injusto sistema, vino a demostrar y refrendar quién es el número uno, sitio reservado a los grandes, y vino a decir que él sigue aquí, hablando en el ruedo, que es donde deben de hablar los toreros. Cada día que pasa crecen su lucha, su técnica y su afición y vino a decir que nada ni nadie lo van a frenar en el intento.
Vino el Juli dispuestísimo yéndose en sus dos toros  a portagayola, a jugársela en la puerta de los miedos con el Dios Eolo y el público que rebosaba la plaza como únicos testigos de la obra que allí se iba a crear.
Señores, la actuación del Juli en Sevilla ya está escrita con letras de oro en el libro del toreo. Fue una actuación de quitarse el sombrero, de chapeau, de rendirse a sus pies, digno de alabación, para mimarlo y encumbrarlo como figura y número uno indiscutible del momento actual a pesar de toda la tierra que se ha tenido que quitar de encima para salir a respirar y hacerse más fuerte si cabe. Don Julián salió a respirar al albero maestrante y a explayarse  sintiendo. Estuvo soberbio, cumbre, espléndido, completísimo en todas las suertes, repleto y rebosante de todo lo bueno que atesora su toreo.
Con la capa estuvo enorme, haciendo un quite que hizo sonar a la Banda del Maestro Tejera y haciendo rugir los tendidos desde el cimiento más hundido de tan bella plaza.
No permitió que el burel le tocara  la muleta ni una sola vez, seguía su voz, su toque y su mando. Porque eso simplemente es lo que hizo, mandar.
Juli paró, templó y mandó tal y como se supone  que deben hacerse las cosas en el libro de la perfección. A pesar de que se diga que nunca se alcanza esa faena perfecta, yo creo que el Juli y el aficionado la encontraron en la tarde del domingo, y la llevó a cabo con el quinto de la tarde, un toro bravo y colaborador al que había que torear y hacerlo a las mil maravillas como él lo hizo.
Perfecto en tiempos, distancias y colocación fue añadiendo a la olla todos los ingredientes para que saliera el guiso perfecto, y vaya si salió, que aún los seguimos paladeando todos los que estuvimos presentes.
Lo llevó a donde quiso y le hizo todo perfecto, derechazos, naturales casi circulares, cambios de mano con toda la muleta arrastrando por el suelo y muletazos largos hasta el infinito.
El presidente Fernández Rey tuvo la sensibilidad y el acierto de sacar los dos pañuelos a la vez , aunque hay que decir que la petición del rabo fue mayoritaria no llegó a concederse. Parece que esa losa sigue pesando sobre la Maestranza, pero estoy segura de que con su fuerza, Julián algún día conseguirá levantarla a pulso.
La Puerta del Príncipe se abría por cuarta vez para el actual Rey del toreo indiscutible.
Abran paso a Don Julián que viene dispuesto  a  arrollar a cualquier cosa o persona que se ponga por delante en su intento y que quiera impedir o discutir que siga sentado en el trono del Olimpo de los dioses del toreo.

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